Los ‘hackers’ (que no «cibercriminales») y las grandes compañías tecnológicas no son dos elementos que hayan combinado siempre bien: hasta hace no mucho, si un hacker se dedicaba a investigar (recurriendo a técnicas como la ingeniería inversa o la intrusión) las vulnerabilidades de una plataforma o software y hacía llegar los resultados a la compañía desarrolladora, no era extraño que la ‘buena acción’ terminara siendo recompensada con una demanda legal.
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Vía @genbeta